¿Por qué es Importante la Educación para Dios?

La educación es una esfera esencial de la vida humana. A través de ella nos preparamos para el mercado laboral, nos convertimos en mejores ciudadanos, crecemos como personas mediante el desarrollo de habilidades y competencias, y formamos nuestro carácter. Aunque no siempre de manera eficiente o coherente, la educación es igualmente vital para la fe cristiana, como lo atestiguan dos mil años de historia. Pero, ¿en qué sentido puede ser cristiana una educación? 

El término “educación cristiana” generalmente se refiere a la formación espiritual que se lleva a cabo en nuestras iglesias a través de la adoración de los niños, la catequesis, la escuela dominical y los programas de discipulado, o a la formación ministerial a través de seminarios y facultades teológicas. Estas dimensiones son importantes, pero ¿qué pasa con la educación “convencional”? ¿La que nos enseña a leer, escribir y hacer cálculos matemáticos? ¿Esa nos ayuda a comprender nuestro contexto geográfico, histórico y cultural y a desarrollar la coordinación motora y la creatividad? ¿Esta educación también le importa a Dios? 

La educación está en el corazón de lo que Dios quiere para su pueblo y para toda la humanidad. Tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento insisten en que las nuevas generaciones del pueblo de Dios deben asimilar y vivir de acuerdo con “las palabras del Señor” y la “enseñanza de los apóstoles”. Incluso podemos decir que la Santa Biblia misma surgió de esta preocupación educativa, tanto por parte de sus autores humanos como de su Autor divino. Después de todo, se registraron eventos históricos y leyes, se escribieron sermones, se compilaron poemas y dichos, se enviaron cartas, se narraron visiones. Todo esto porque Moisés, Jeremías, David, Pablo y Juan (entre otros) querían enseñarnos. Para los cristianos, sin embargo, estos textos son también el registro de lo que Dios mismo quería decirnos. En ellos, Dios se nos está revelando, educándonos sobre quién es Él y quiénes somos nosotros, así como cuáles son Sus propósitos para la humanidad. 

La Biblia revela a Dios como el creador, mantenedor y redentor de todas las cosas. Por lo tanto, Él no puede estar interesado solo en las conversiones y el crecimiento espiritual, sino que necesariamente se regocija en todo lo que es bueno, hermoso, útil y verdadero. Vemos en el Salmo 104 que Dios se regocija en proporcionar sustento a sus criaturas y en el Salmo 65 que la creación participa en este gozo. A la luz de esto, el teólogo y filósofo Richard Mouw en su libro He Shines in All That’s Fair: culture and common grace (Él Brilla En Todo lo Que es Bueno: cultura y gracia común – trad. libre) comenta: “Si Dios es glorificado por su creación no humana… entonces parece razonable suponer que Dios se regocija en estos fenómenos naturales no humanos. Por lo tanto, es bastante plausible suponer que Dios se regocija en varios asuntos humanos, incluso cuando se exhiben en las vidas de los no cristianos. […] El placer de Dios en estos fenómenos naturales no viene porque generan conversiones. A Dios le gustan estas cosas por sí mismas”. Como cristianos, nuestra visión de la educación no tiene por qué ser proselitista, ya que la narrativa bíblica sugiere que a todas las personas, independientemente de su género, etnia o confesión religiosa, se les puede y debe enseñar a desarrollar la creación, a contribuir al bien común, a servir a los demás y a seguir los principios éticos universales. En la medida en que lo hagan, traerán gozo a Dios y contribuirán positivamente a todos nosotros. 

Sin embargo, la Biblia no es solo un libro, sino una colección de 66 libros, escritos por unos 40 autores distintos durante al menos 1000 años, en tres idiomas diferentes, en una amplia variedad de géneros, desde la prosa hasta la poesía. Una religión o fe, como el cristianismo, que tiene como fundamento una biblioteca como esta, debe valorar necesariamente la alfabetización, la gramática, la historia, el aprendizaje de idiomas, la literatura, etc. Carlomagno (742-814), el primer emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, por ejemplo, decretó la creación de un sistema de educación pública gratuita para la formación intelectual y espiritual de los niños de su reino. Incluso Juan Calvino (1509-1564), un reformador protestante conocido por su visión pesimista de la humanidad, entendió que Dios promovía el bien común a través del esfuerzo humano. Reorganizó el sistema educativo de Ginebra, Suiza, con un plan de estudios que cubría las ciencias y las humanidades además de la teología. Esta educación estaba abierta a todos, ya que cada ser humano es creado a imagen de Dios. 

Muchos cristianos han tomado en serio la importancia que Dios le da a la enseñanza y el aprendizaje de los objetos de conocimiento en todas las áreas de la vida. Un posible enfoque es el de la “educación escolar cristiana”, que propone que una escuela cristiana enseñe todo lo que enseña una escuela no confesional, pero desde una cosmovisión basada en las Escrituras. Ampliando esta idea, incluso los maestros cristianos que trabajan en una escuela “convencional”, ya sea pública o privada, también pueden promover una educación digna de la fe cristiana. Esto es posible en la medida en que miran el proceso de enseñanza-aprendizaje a través de la lente de la fe cristiana y realinean sus prácticas pedagógicas en consecuencia. No necesitamos un texto bíblico específico para justificar cada contenido o práctica educativa, sino más bien sumergirnos en la narrativa bíblica que subyace a la forma en que vemos y vivimos nuestra fe en el mundo. Dios se regocija en el florecimiento humano y, por lo tanto, se preocupa por la educación. Por lo tanto, nosotros, los portadores de Su imagen, debemos hacer lo mismo. 



Raphael Haeuser
Coordenador de Didaqué
TeachBeyond Global

Raphael es un apasionado por una fe integral que transforma la vida, el trabajo y la educación. Es magíster en Teología por el Regent College (Canadá) y especialista en Gestión Escolar. Se desempeña como Director de los Servicios Globales de Educación de TeachBeyond y Coordinador de Didaquê, a través de la capacitación de docentes, la producción de recursos digitales y la educación teológica.


Nota: Este artículo fue publicado primeramente en portugués. Haz clic aquí para ver el artículo original.

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